miércoles, 11 de noviembre de 2009

Kikín Mejía

Federico Mejía, Chimalhuacán, México, 1957. Distrito Federal, 2009.

I El arribo

Ese 28 de octubre de 1957, Melitón Mejía tuvo que modificar sus planes. Como buen mexicano, hombre devoto y marido cumplidor, tenía previsto ir temprano al templo de San Hipólito y concluir un Triduo en homenaje a San Juditas, abogado de las causas difíciles y desesperadas.
Sin embargo, al salir de su casa, ubicada en Chimalhuacán, dos pronósticos le hicieron saber que sus planes se pospondrían hasta el 28 de noviembre, por lo menos, si no es que hasta el año siguiente. Esos pronósticos fueron sonoros y luminosos. Sonoros porque antes de cerrar a sus espaldas la puerta de su domicilio, un tremendo alarido de su esposa le anunció que el trabajo de parto se había anticipado algunos días y que su hijo no le daría el gusto de celebrar el Xantolo con su nacimiento. El otro fue un extraño arco iris que se dibujaba, espléndido, en el cielo grisáseo de esa mañana.

Total, dijo Melitón Mejía, no celebraremos el día de muertos pero tendremos un Tadeo en casa.

Evaristo Mejía llegó al mundo lubricado por el llanto de su madre ese 28 de octubre, en su mismísima casa ya que su desesperación por llegar a este valle de lágrimas no permitió que Margarita llegara al sanatorio más cercano y Melitón tuvo que pedir auxilio a la comadrona del vecindario.

Se llamará Tadeo, proclamaba Melitón, faltaba más, faltaba menos. Fíjate que ahí si no, protestó Margarita, -ese era el nombre de su esposa- mi hijo no llevará ese nombre, de ninguna manera. Su nombre debe ser tan brillante como el arco iris que le dio la bienvenida esa mañana.

Federico, convinieron después de renunciar a las mutuas intransigencias, a las tentaciones onomásticas del calendario o la tradición de honrar a familiares apreciados. Se llamará Federico porque ese es el nombre de Chopin y significa en celta, Reino de paz y su personalidad tiene un fuerte poder físico. Firmeza en su voluntad junto a un inflexible vigor mental. Federico es alguien que detecta con facilidad la deshonestidad o el engaño en los demás, a condición de que no esté implicado emocionalmente. Su nombre irradia simpatía y sensibilidad para atraer la confianza de todos y es dueño de una naturaleza inquieta en la búsqueda de ideales humanitarios que se puedan expresar como ayuda a los demás en la vida cotidiana.

II La coronación

Bueno, yo soy Federico Mejía, Kikín Gemía, me dicen los íntimos, tengo 22 años, soy estudiante de Ingeniería en Sistemas Cosmetológicos, Diseñador freelance del los mejores looks faciales, corrector destilo y a hurtadillas geek, fotógrafo y aficionado a contemplar amaneceres anclado a la mano de algún desconocido. Mi signo zodiacal es la casualidad y mi elemento el fueeego. Por una broma del destino no soy mujer, pero por justicia propia Soy Impetuosa, rebelde y voraz, caprichosa, violenta como toda mujer, como todas. No soy fruta prohibida de nadie, como toda mujer, como aquella y como usted.

Y en realidad, Federico Mejía dejó claro esa vez, que el pronóstico del santoral al que lo encomendó su mamá, casi en nada se cumplió. Más allá del “reino de paz”, que encierra el significado celta de su nombre, por ninguna parte de su personalidad se vio el fuerte poder físico ni la firmeza en su voluntad.

Federico siempre claudicó ante el poder de los demás y, aunque detectara con facilidad la deshonestidad o el engaño en los otros, jamás se alejó de ellos, al contrario, estuvo implicado emocionalmente en un incontable albedrío de relaciones en las que lo único que sobresalió fue su simpatía y sensibilidad; en cuanto a su naturaleza, es verdad que resultó inquieta, pero de los ideales humanitarios que se esperaban de él, solamente se pudo apreciar su férrea determinación para no faltar a las marchas que cada 20 de junio se realizan en la ciudad y más de una ocasión estuvo a punto de alcanzar la gloria de su militancia gay: ser coronado como soberana apocalíptica con guirnaldas de oropel y cetros de pellón y bies, pero se tuvo que conformar con portar la banda policromática con los colores del arco iris que corresponden al segundo lugar. La proclama melódica de ni princesa ni esclava… también sucumbió ante esta distinción, aunque, forzando la memoria, Kikín sí fue soberana gay en una marcha, a ver, déjenme ver...

Fue en la Marcha del 97. Sí, ya lo recuerdo. Justo cuando la dicharachera multitud hizo la parada obligatoria frente al Hemiciclo al Benemérito de las Américas, ahí en donde el Patricio de San Pablo Guelatao gobierna con la serenidad de su mirada el sur del Anáhuac, en ese pedestal importado de Carrara y a cuyos pies, mánsamente dormitan las 19 toneladas de los dos leones que lo protegen y que ese día, por algún prodigio del atrevimiento se encontraban con la melena cubierta por un par de estolas policromas, lo que los obligaba, escenográficamente a la solidaridad con los manifestantes. Los límites de los seis colores en sus estolas eran fronteras incluyentes a un territorio en donde todos eran bienvenidos.

Teniendo el semicírculo como foro y los peldaños cono estrado, la Diva Adelfa pudo conquistar algunos centímetros en el bullicio de la multitud y dejó escuchar la ternura de su voz de tenor: “todas y todos, un minutito por favor, moderen su algarabía, hay, mi vida, claro que tú también, ha llegado el momento de entregar el cetro y la guirnalda a quién en esta marcha hemos elegido como Miss Hemiciclo y se trata nada más ni nada menos que de Kikín Gemía, que pase por favor, por favor déjenlo pasar”

La gloria en las contiendas del glamour de Kikín alcanzó, pues, su mayor esplendor en los minutos que faltaban para arribar al Zócalo y él, pues muy feliz, presumiendo ese cetro circunstancial y esa guirnalda de violetas y tulipanes con la que fue tocada su testa.

***

Aparición insólita en la Calzada de Tlalpan, con frecuencia tuvo que sobornar con caricias fingidas el acoso de los patrulleros trasnochados que, movidos por su perversión o por no tener otra alternativa se consolaban en él. En un arrebato de dignidad, contrajo nupcias con la soledad y en uno de esos amaneceres como el que lo vio nacer, se enfermó de las vías respiratorias y se tuvo que ir a dormir.

Este 28 de octubre acudiría al templo de San Hipólito, pero dos augurios le indicaron que no podría asistir y que debería posponer su devoción. Uno de esos presagios fue sonoro y el otro luminoso. El primero fue un extraño ronquido en su garganta y el segundo fue la oscuridad.

III Acta final

Nombre: Federico Kikín Mejía.
Lugar de nacimiento: Chimalhuacán, México.
Fecha de nacimiento: 28 de octubre de 1957.
Lugar de defunción: Distrito Federal.
Fecha de defunción: 28 de octubre de 2009.
Ocupación del occiso: Ingeniero en Sistemas Cosmetológicos, Diseñador freelance del los mejores looks faciales, corrector de estilo, a hurtadillas geek, fotógrafo y aficionado a contemplar amaneceres anclado a la mano de algún desconocido, soltero, sin hijos ni esposa, Hijo de Melitón Mejía y Margarita Palermo.
Causa de defunción: neumonía.
Sitio en que fue sepultado: Panteón de San Luis, Chimalhuacán, México.